La amplitud de la playa, el color del agua o la textura de la arena convierten a estos pequeños rincones en codiciados paraísos, que prometen una experiencia superadora lejos de las multitudes e invitan a conectar con la naturaleza y a apreciar el reconfortante sonido de las olas inmersos en una inigualable tranquilidad.
Vivir la belleza y serenidad de las orillas del Golfo San Matías ¡tiene sentido!
A 60 kilómetros de Las Grutas y al ingreso del Puerto de San Antonio Este se encuentra Las Conchillas, un sitio encantador donde el contraste del mar turquesa y la arena recubierta por valvas de moluscos se fusionan armónicamente en un colorido paisaje que distingue a este sitio del resto de las playas de la región.
Es que allí, millones de conchillas de mejillones, cholgas, almejas y vieiras que fueron arrastradas hasta la orilla al cumplir su ciclo de vida, colorean la superficie con un bello degradé que brilla impoluto ante los rayos del sol y la convierten en el sitio ideal para disfrutar una tranquila y relajante jornada entre el reconfortante ruido de las olas y la calidez del agua del mar.
Además, los visitantes tendrán la posibilidad de deslumbrarse con la presencia de diferentes ejemplares de fauna marina característicos de la zona, como delfines, lobos marinos o pingüinos en un espectáculo único que promete transformar su estadía en un recuerdo inolvidable.
Sumergirse en las aguas cristalinas del “Caribe Patagónico” ¡tiene mucho sentido!
Otra de las tentadoras propuestas que guarda la enorme Costa Atlántica rionegrina es Punta Perdices, un destino aclamado por el turismo nacional gracias a sus armoniosas aguas transparentes que sumadas al blanco de su arena le permitieron ser bautizada como “El Caribe Patagónico”.
Este destino, que también forma parte de las playas del puerto sanantoniense, se caracteriza por sus aguas calmas y con poco oleaje que la convierten en el escenario ideal para practicar actividades náuticas como kayak o stand up paddle, aunque también es el lugar predilecto por aquellos que quieren desconectarse del mundo y vincularse con la naturaleza.
Relajarse entre rocas en playas vírgenes ¡si que tiene sentido!
Cuando se busca una alternativa a las concurridas playas de Las Grutas para pasar el día, Piedras Coloradas se convierte en una opción incomparable. Con costas amplias y poco profundas, este sitio alberga un inigualable paisaje de rocas rojizas que se transforman en el elemento ideal para recostarse y contemplar desde allí el relajante sonido del mar.
Sin embargo, el sur del balneario cobija una serie de playas aún más agrestes y encantadoras que Las Coloradas, aunque no cuentan con ningún tipo de servicio. La primera en aparecer es Morella, dueña de una costa tranquila sin grandes médanos ni acantilados.
Continuando el camino surgen nuevos lugares de ensueño dignos de conocer como Los Chañares, con su escasa vegetación que le da un tinte particular al paisaje, y El Buque, donde grandes y chicos pueden disfrutar la experiencia de sumergirse en piletones naturales que quedan al descubierto durante la bajamar.
También está El Sótano, una de las más conocidas, que se distingue por las enormes cavernas que se abren paso entre los acantilados, un espacio donde antiguamente los pulperos dejaban las capturas del día para que se mantuvieran frescas y hoy llama la atención de todos los y las visitantes que arriban al lugar.
Descubrir los oasis de arena en el Camino de la Costa ¡tiene sentido!
Retornando hacia Viedma por el Camino de la Costa, que recientemente volvió a unir la capital provincial con Las Grutas gracias a un nuevo trazado en parte de la ruta, se encuentra Bahía Creek, un balneario de playas inmensas y acantilados bajos que se distingue por la paz y tranquilidad que permite disfrutar el entorno en el estado más puro.
Dueña de grandes historias y leyendas que enaltecen al lugar y la convierten en un sitio plagado de misterios, esta costa invita a apreciar los imponentes atardeceres que regala el cielo a orillas del mar y escuchar el sonido de las olas y las aves que se abren paso entre el silencio estremecedor.
A escasos kilómetros de allí se encuentra otro de los encantos del Camino de la Costa: Bahía Rosas, uno de los sitios predilectos de los pescadores debido a la calidad de sus aguas, que propone disfrutar la soledad entre sus grandes extensiones de arena gruesa y canto rodado.